domingo, 9 de agosto de 2009

En letras chicas



Voy a dejar la ventana abierta por un rato para que junto con tu olor se vayan todos los recuerdos que rebeldes se quedaron en mi casa, a pesar de haber creído que te llevabas todo al escaparte.
Inversamente girare todas las llaves que aseguran mi puerta, para que no haya cerradura que puedas tomar desprevenida si algún día, caprichoso, decidís volver.
Porque se quiere tanto con tan poco es uno de los misterios que mi escasa sabiduría no logra descubrir y porque si tan corto fue el tiempo compartido, el tiempo de olvidar parece multiplicarse en cien veces su cantidad. Eso también resulta difícil de entender desde la lógica.
Cuando uno abre y entrega su corazón, debería tener presente que en algún lugar más invisible que notable, como las letras chicas de un contrato, te avisan que puede que al ser devuelto, venga dañado y que no existe oficina de reclamos una vez recibido a cambio de nada.
Parece entonces que solo queda, si así sucediera, buscar un delantal y actuar de enfermero del propio corazón, intentando con gasas y alcohol, ir sanándolo con paciencia.
Puede que tarde días, meses y hasta años según la intensidad de lo vivido y lo extrañado y también de la intención de evitar quedar estancado en lo que ya es parte del pasado.
El mejor remedio a todo mal es, cueste lo que cueste y a pesar de todo, continuar.

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