sábado, 8 de agosto de 2009

El sapo



Podrán creer que estoy loco, y si así fuera, seguramente lo merezco. Lo que les voy a contar sigue apareciendo rodeado de signos de pregunta en mis recuerdos, ya que hay cosas que aunque vividas uno no deja de cuestionar si es que así sucedieron o fueron producto de la imaginación.
Iba yo cantando distraído por un camino del verde más brillante que alguna vez conocí, los árboles me rodeaban y no parecía haber ningún humano con quien hablar. De pronto al sentir un croar insistente que me seguía y seguía en saltos impacientes decidí mirar hacia abajo y ahí estaba, como pueden imaginarse, un sapo mirándome atento, como reprochándome haber tardado tanto en darme cuenta de su presencia.
Después de saltar cientos de veces sobre mis zapatos, me anime, a pesar de sentirme el más insólito de los seres a preguntarle que necesitaba, porque me perseguía.
Me hablo de un chico y un patio que lo esperaban, me dijo que una chica de amplia sonrisa y que según decían, siempre andaba cantando, de esa manera la describieron cuando le explicaron quien vendría a buscarlo, así lo haría. De hecho le contaron que el nombre con que sería bautizado en su nueva vida simplemente seria: sapo.
Según parece ese ser lo andaba necesitando y le había pedida a ella que lo buscara y le cumpliera el sueño de tener un verde saltarín en su lugar de plantas y aire fresco, donde tantos ratos pasaba, para acompañarlo ya que odiaba la soledad. Pero según me dijo, un pajarito le contó que las cosas habían cambiado y la chica ya no vendría para llevarlo. El sapo se puso muy triste, no solo ante la noción de que ya no iría a ese lugar con el que tanto soñó desde que supo de su posible mudanza, sino que además el motivo por el que ese sueño se había esfumado, era que esos chicos ya no estaban juntos, según le dijeron se querían y mucho, pero no lograban entenderse, uno por miedo echaba al otro haciéndole sentir que no podían compartir sus días, aunque esa era otra más de sus mentiras sobre todo hacia el mismo, por causa de sus temores y la seguridad que parecía proporcionarle la soledad, que a pesar de odiar tanto, le permitía en algún punto sentir mayor control sobre su propia vida, sentirse más a salvo en lo conocido. Según le contaron, agrego el sapo, los humanos solían manejarse así, alejando lo bueno, creando situaciones malas para provocar distancias, sin animarse a enfrentar los miedos, tomando al orgullo como bandera y a la soledad como lugar seguro.
Y finalizo: “si así es su mundo, prefiero seguir cantando entre verdes árboles, la naturaleza no actúa de manera tan tonta como ellos, los seres humanos, que no escuchan a su corazón y viven buscando la paz, a través de las guerras.”

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