jueves, 21 de mayo de 2009

Pertenecer


Esta tierra es mía, gritaba enojado.
Yo lo veía de lejos, sin el valor de acercarme, lo sentía herido, furioso en su dolor.
Como supe el mensaje que su rugido expresaba, no lo se, solo se que cada lágrima que vi correr por sus mejillas de miel, me fue hablando de su agonía.
Note que se defendía, aquel león, sin darse cuenta, estaba atacando a un río y en el, a su propio reflejo, viendo al parecer a alguien fuerte, amenazante, sin entender que era el mismo a quien tenía adelante.
Desde afuera la impotencia me envolvía, no tenía más que ansias de correr a su rescate, y contarle que nadie quería lastimarlo, que a quien veía reflejado en aquel agua cristalina, era simplemente a su propia imagen.
Mi deseo era contarle que esa tierra era suya y le pertenecía, pero no pude, el susto lo apresaba y lo volvía furiosamente a la defensiva.
Tanto dolor me dio esa visión, que ya nunca pude olvidarlo.
Años mas tarde, mientras lo recuerdo, me pregunto cuantas veces lo mismo nos pasa, cuando ante nuestra propia imagen nos sentimos desconocidos, extraños, temerosos de ser atacados y expulsados del lugar al que sentimos pertenecer, sin tener en cuenta que los lugares mutan cuando nos movemos y que hay una sola constante, estemos donde estemos, y esa es nuestro corazón, que es el único lugar donde debemos hallarnos en comodidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario