viernes, 31 de julio de 2009

Vértigo



La proximidad puede producir vértigo.
Algo nos llama, nos atrae, se ve mágico y brillante y por un rato nuestro corazón late contento.
Pero empezamos a sentir miedos y más de ellos cuanto más cerca y en eso logramos estar.
Más próximos, más preguntas y con ellas nuestra piel parece empezar a desprenderse de a poco y comenzamos a sentirnos cada vez más expuestos.
Más próximos, más vértigo, terror de caernos, de no levantarnos ya jamás de nuevo, miedos irreales y terrenos.
Miedo, miedo, miedo y más de ellos.
Y creemos que al crear un caparazón nos protegemos, dejando a veces ir, lejos de nuestros sueños a otro corazón aparentemente dispuesto.
Y si la proximidad da tanto miedo, si provoca vértigo, porque en vez de escapar asustados, esta vez no lo intentamos y descubrimos al fin que pasaría si confiados a pesar de un posible golpe o a cambio de mil cosas buenas, cambiamos de impulso y abrimos los brazos, cerramos los ojos, por un momento confiamos y sin pensarlo, nos dejamos caer de una buena vez.
En última instancia algo saldrá del dolor que pueda provocar el golpe, pero nosotros ya no seremos los mismos.
Todo es aprendizaje y si saliera mal, a seguir andando.

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