domingo, 26 de julio de 2009

Continuar


Terminan los días, cambian las estaciones, el verde de las hojas acaba en amarillo y todo vuelve a iluminarse recobrando la fuerza que parece perderse cuando de pronto y sin aviso nace el frío.
Un motivo late escondido en todo acontecer y no siempre se muestra accesible a nuestros sentidos que buscan impacientes las respuestas esperadas.
El apego juega malas pasadas y sentimos retroceder en este constante aprendizaje, creyéndonos inútiles en el juego de mil vidas que se resumen en una sola y nos hace percibir tan difícil esta competencia, donde no hay más contrincantes que nuestra propia sombra, que provoca en el espejo una imagen desconocida.
Pero un día, al abrir los ojos, encontramos sorpresivos que en la ventana un sol seguro de si mismo siguió saliendo cada mañana, aunque hubiéramos jurado haber vivido siglos en un sin fin de cielos pintados de intenso gris.
Y reimos una vez más.
La magia ya no depende de acontencimientos externos desde ese minuto.
Ya no.

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